Hoy quiero volver la vista atrás en su larga y prolífica carrera. Concretamente quiero volver a 1979, año en el que Allen estrena Manhattan, una película con una historia sencilla, sobre un triángulo amoroso, pero cuya complejidad reside en muchos otros aspectos.
El propio Allen, que encarna el papel protagonista, nos presenta a Isaac Davis, un cuarentón neoyorkino cuya vida se ha convertido en un caos, parecido al que tiene lugar en las calles de su Nueva York natal. Tras dos rupturas sentimentales, Davis se encuentra ahora saliendo con una chica de 17 años a la que da vida Muriel Hemingway. Sin embargo, las cosas cambiaran cuando aparezca en la vida de Davis de forma accidental Mary, encarnada por una inolvidable Diane Keaton, una mujer con la que nuestro protagonista comenzará teniendo una mala relación, pero de la que poco a poco se irá enamorando.
Detrás de esta sinopsis sencilla de relaciones amorosas, se encuentra un precioso homenaje a la gran manzana que vio crecer a Woody Allen. El artífice de la excelente fotografía de Manhattan no es otro que Gordon Willis, director de fotografía de El Padrino de Francis Ford Coppola o Todos los Hombres del Presidente de Alan J. Pakula entre otras. La elección conjunta de Allen y Willis de rodar la película en blanco no es casual, y los dos maestros nos presentan una gran manzana, antigua, decadente por momentos, una ciudad que es también un personaje de la película, una metrópolis con vida en la que en cada esquina está sucediendo una historia inolvidable y digna de contar.
Woody Allen recurre a diversas técnicas a la hora de contar esta historia, pero es el juego de luces y sombras, con reminiscencias del expresionismo alemán, el elemento que más destaca. Esta técnica nos da momentos inolvidables como la escena en la que Isaac y Mary se encuentran en el planetario charlando, los paisajes de luces que dibuja la noche neoyorquina o la memorable secuencia del banco en la que los protagonistas admiran el imponente puente de Queensboro.
Manhattan es sin duda una de las grandes películas de Woody Allen. Un largometraje que se encuentra entre las joyas del cineasta en la que fue la época dorada de su carrera. Ojalá este director de Brooklyn decida volver al Nueva York que le vio crecer para regalarnos más obras así. Una película inolvidable, especialmente para los que amamos la gran manzana y disfrutamos al perdernos en sus calles, al escuchar sus sonidos, al ver a las gentes de la legendaria ciudad que nunca duerme.
Lo mejor: Un fiel reflejo de la gran manzana, con su ritmo de vida vibrante e imparable. Nueva York se convierte aquí en un personaje más de la película.
Lo peor: ¿Para cuando otra película así señor Allen?
Nota: 9
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