sábado, 11 de febrero de 2017

Moonlight: o como tratar la dureza desde la belleza poética

Barry Jenkins firma una de las películas que más han sorprendido a la crítica y al público en el año 2016. Este cineasta originario de Miami pone toda la carne en el asador, y también algunas de sus vivencias personales, para crear su segundo largometraje: Moonlight. Tras dirigir algunos cortos y una discreta película llamada Medicine for Melancholy sobre un romance enmarcado en las calle de San Francisco, Jenkins ha decidido que ha llegado el momento de impresionar al mundo con su cine, un cine realista y comprometido, que nos habla de la dura y triste realidad que tiene lugar en los barrios y suburbios estadounidenses en los que reina la delincuencia y el negocio de la droga.

Con bastantes afinidades con la genial Straigth Outta Compton que nos trajo F. Gary Gray en el año 2015, Moonlight nos cuenta la historia de Chiron en tres de los momentos más importantes de su vida: su infancia, su adolescencia y su edad adulta. Poco a poco, iremos conociendo a Chiron y seremos testigos de como sus vivencias personales van perfilando cada uno de los tres episodios en los que está dividida su vida, una vida marcada por su dura infancia y su terrible relación con su madre adicta al crack.






La historia de Moonlight no es revolucionaria. De hecho, el espectador no debe esperar grandes puntos de giro o asombrosos cambios de guión. Pues Barry Jenkins está más interesado en contarnos una historia sobre seres humanos, sin artificios, sin exageraciones, una historia que sigue el curso lógico y verosímil en el transcurso de la dura vida de Chiron. Hay que destacar, que hacer esta película supuso un reto para Jenkins pues como él mismo ha afirmado, se crió en circunstancias muy parecidas a las de Chiron, razón por la cual, la película tiene muchos detalles autobiográficos, recuerdos a los que no siempre es fácil regresar.

La grandeza de Moonlight se encuentra en la forma en la que Jenkins nos cuenta esta historia. A lo largo de la película se hace mucho hincapié en las emociones de los personajes, en sus rostros, en sus cuerpos y en sus circunstancias. El propio Barry Jenkin ha afirmado, y este dato ayuda a entender un poco mejor la película, que los tres actores que dan vida a Chiron, nunca se conocieron, para que cada uno insuflara vida a este personaje a su manera.



Y el resultado es sencillamente sorprendente, se produce un equilibrio perfecto entre las tres actuaciones, un equilibro que nos ayuda a conocer a este personaje y a empatizar con él a medida que la película va evolucionando. Merece una mención especial el jovencísimo Alex. R Hibbert, que da vida a Chiron durante su infancia, un actor cuya mirada transmite por momentos mucho más que cualquier diálogo.

Ver Moonlight supone asistir a una experiencia cinematográfica nunca vista anteriormente, una experiencia llena de virtudes en la que sin duda sobresale el genial balance de todos y cada uno de los elementos que configuran la película. Si el objetivo de Barry Jenkins con Moonlight era impresionar al mundo sin duda lo ha conseguido, sacando además a luz la triste realidad que viven a diario miles de niños en los barrios marginales de las ciudades más turísticas y ricas del mundo.

Lo mejor: Una experiencia cinematográfica nunca antes vista, una historia dura contada de manera elegante y bella.

Lo peor: Verla en su versión doblada puede quitarle parte de su magia.

Nota: 9



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