miércoles, 24 de mayo de 2017

Las tres Luces: El Lang más expresionista y auténtico

Fritz Lang, F.W Murnau y Robert Weine son sin lugar a dudas los tres nombres sobre los que se sostiene un movimiento clave en la historia del cine: el Expresionismo Alemán. Durante la década de los años 20 y una pequeña parte de los 30, estos directores comenzaron a experimentar con recursos como la luz, el montaje o el movimiento de la cámara con el fin de sacar el máximo partido al cine, que había sido inventado unos 25 años antes y su potencial estaba todavía por ser encontrado. 

Los tres directores previamente citados evolucionaron por caminos muy diferentes, siendo Fritz Lang uno de los más interesantes: Emigró a Hollywood a mediados de los años 30, lugar en el que se quedó para el resto de su carrera. En su etapa americana, rodó algunos de sus título más conocidos como La mujer del cuadro en 1944 o Perversidad tan sólo un año después, ambos títulos protagonizados por el mítico actor Edward G. Robinson. 


De la etapa alemana de Lang, a la que pertenecen sus primeros pasos como director, han pasado a la historia dos títulos clave en la historia del cine, imprescindibles para todo aquel que se considere amante del séptimo arte: Metrópolis del año 1927 y M. El vampiro de Dusseldorf estrenada en 1931. Sin embargo, me quiero detener en uno de los primeros títulos de la filmografía de Fritz Lang, un título que no ha pasado a la historia como las películas previamente citadas, pero que pone de manifiesto, incluso más si cabe, la maestría de este director de la República de Weimar: Las Tres Luces. 

Las Tres Luces narra la historia de una pareja de enamorados que están viajando a un pequeño pueblo. En su camino, aparece la muerte, que les acompaña hasta la posada donde paran a relajarse después del largo viaje. Tras el descanso, la mujer se dará cuenta de que la muerte ha desaparecido con su novio. Para recuperarle, la muerte le propondrá a la mujer vivir tres vidas paralelas, en las que su novio caerá presa de varios peligros. Con tan sólo salvarle en una de esas vidas, logrará traerle de vuelta. 



Si por algo destacan los argumentos de las películas pertenecientes al Expresionismo es por el uso de temas como el amor y la muerte, los seres sobrenaturales, los vampiros o las criaturas mitológicas. Las Tres Luces no es una excepción y nos plantea a la figura de la muerte como un hombre demacrado, pálido, con una túnica negra que porta un bastón que tiene un esqueleto en la punta. Haciendo uso del juego de sombras, resulta de especial interés, la escena en la que luz proyecta la sombra de este esqueleto en la mesa, al lado de un reloj de arena en el que se cuentan los pocos minutos de vida que le quedan a uno de los protagonistas. 

La secuencia previamente descrita no es la única en la que podemos apreciar la metáfora de la vida y la muerte. Cuando la protagonista llegue a los aposentos de la muerte con el objetivo de rescatar a su novio, veremos como el hogar de la parca está lleno de velas, cada una de ellas de una altura y grosor, que representan la longitud y el tiempo de vida de cada una de las personas. Así pues, le vela del novio de la protagonista está a punto de consumirse a no ser que ella consiga salvarle jugando al macabro juego que le propone la muerte. 



Las Tres Luces es una película de 1921. Es interesante como 36 años después, el director sueco Ingmar Bergman recupera la figura de la muerte en El Séptimo Sello film de 1957. En la película de Bergman, se puede ver una muerte muy parecida a la que propone Fritz Lang en Las Tres Luces: Se trata de un personaje siniestro y demacrado, ataviado de negro, que le gusta jugar a juegos con sus víctimas con el fin de concederles una última oportunidad antes de llevar a cabo su misión. En El Séptimo Sello, el protagonista deberá disputar con la muerte una partida de ajedrez para obtener respuesta a las grandes dudas existenciales sobre la vida. 

En Las Tres Luces, Lang demuestra su potencial narrativo, situando la acción en Alemania, China, Venecia y los países Árabes. Además, la potencia narrativa del film y el proceso de identificación con la protagonista enganchan a los espectadores desde el primer minuto, dando como resultado (en algunas ocasiones) a un cine de aventuras. En cuando al plano formal, Las Tres Luces utiliza una cámara estática, con algunos movimientos muy discretos en un par de ocasiones. En el año 1921, todavía no se había descubierto todo el potencial de la cámara y en algunas ocasiones parece que estamos viendo una película "teatralizada" factor que se acentúa por el hecho de que el largometraje se divide en seis actos y al principio de cada uno de ellos se nos presentan a los personajes, como si del programa de una función se tratara. 



No obstante, es importante recalcar que Lang utiliza en le plano formal, imágenes superpuestas para crear la ilusión de fantasmas y espectros. La iluminación es un factor clave en esta película, magistral en la escena en la que vemos a la protagonista y a la muerte rodeados de velas. Otro de los aspectos formales que dan sentido a la película, es el hecho de que los negativos de muchas de las secuencias han sido "tintadas" con el fin de que el espectador relacione los colores con las acciones que suceden en la pantalla: por ejemplo en las escenas en las que aparece fuego, se ha utilizado un tinte rojo intenso o aquellas en las que atardece, un tinte azul, que aporta ese toque melancólico. 

La filmografía de Fritz Lang es clave si queremos entender la historia del cine en general y el periodo de cine mudo Alemán en particular. Según el texto de Siegfried Kracauer De Caligari a Hitler, esta etapa anticipa el pensamiento y los sentimientos de las masas en relación con las oscuras sombras que se cernían en la República de Weimar. Sea como fuere, es un hecho que Las Tres Luces demuestra el potencial de Lang. Una película que no debe caer en el olvido y esta al mismo nivel que los títulos que le han consagrado como maestro. 






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